miércoles, 9 de diciembre de 2015

Cómo estudiar la noche antes - Making Of


Todo empezó una noche de estudio antes del primer examen de Fisiopatología de la carrera (en 2do curso). El caso es que me fui a dormir con la idea que me sabía el temario, cosa que no he podido decir en muchas ocasiones en las que he sacado buenas notas, y otras no tan buenas.
Al presentarme al examen, me enteré que era escrito, cosa que siempre me ha costado bastante pues no soy una persona que plasme correctamente de forma habitual lo que quiere decir en palabras técnicas y específicas, es decir que, si me preguntas alguna cosa concreta y no una simple explicación, me costará horrores dar con las palabras precisas.

Suspendí, y suspendí mucho. Creo recordar que no llegué al 4.

Con la moral baja, pasé de ir a reclamar, ya centrándome en el segundo examen. Nunca he sido de tirar la toalla cuando aún queda todo en juego, pero aunque no lo admitiré nunca, la moral siempre acaba ciertamente tocada cuando el resultado no es para nada el que esperabas.
La noche antes del segundo examen no dormí. Era consciente de la importancia de ese examen. Debía demostrarme a mí mismo que era capaz de aprobar un examen escrito usando términos técnicos y sin cagarla con explicaciones innecesarias.

Suspendí, y fue peor. Esta vez no llegué al 3, y una nota tan baja me hizo dudar si la puntuación era sobre 10. Esta sensación solo la tuve una vez anteriormente en la vida y fue en matemáticas de 1ero de Bachiller, cuando en el último examen del 1er trimestre, saqué un 0,9. Mi primera reacción fue mirar si era sobre 1 o sobre 10. Y era sobre 10. Desde entonces, son contadas las ocasiones que he vuelto a vivir una experiencia similar, y en Fisiopatología fue el caso.

Desesperado, con la moral por los suelos, y sin ningún tipo de esperanza en aprobar una asignatura con 2 exámenes de 3h cada uno, y escritos en la recuperación de junio, fui a hablar con la profesora.
Después de reclamar alguna decimilla en alguna pregunta y con funesto resultado, sintiéndome más bien como el que pide limosna a los pobres, fue cuando las palabras de ánimo de la profesora me iluminaron.


La profesora en cuestión me ofreció las copias de los exámenes, y me propuso que me los mirase, que los hiciese, y los volviese a hacer, y que una vez los hubiese hecho, los volviese a hacer y redactase cada una de las preguntas con sus palabras técnicas y sus especificidades. Que, si lo hacía y lo rehacía hasta la saciedad, podía aprobar el examen de recuperación. Que tenía meses por delante, y que la esperanza es lo último que hay que perder. Que ella iba a estar ahí para lo que necesitase. Que me explicaría otra vez lo que fuese necesario y que me esforzase, que lo conseguiría. Que yo era capaz de eso y mucho más.
Con las copias de los exámenes me fui a casa, las guardé en alguna carpeta y me olvidé hasta un mes antes de las recuperaciones. Entre medias, trabajé la redacción y los tecnicismos de la asignatura, y cuando llegó el tiempo de estudio un mes antes del examen, trabajé muchísimo. Semanas antes, ya me había estudiado el temario y me lo sabía. Lo olvidé y lo aprendí, lo volví a olvidar y lo volví a aprender. Una y otra vez.

Así llegué al examen habiendo repasado toda la noche antes y sin tener toda la confianza en mí mismo que hubiese tenido ahora. Empecé el examen, y en media hora ya había hecho los dos exámenes y me había dado tiempo a repasar. Creo que fui de las personas que más temario tenía para ese examen y de los que acabaron antes.

Salí con la sensación de que había sido demasiado fácil, y de no saber si había puesto el nombre, después de llenar páginas y páginas de redacción. Cuál fue mi sorpresa cuando colgaron las notas y vi que mis 3 y 2 se habían convertido en un 8 y un 9.

En ese momento me di cuenta que nunca, jamás de los jamases, hay que perder la esperanza y la fe en uno mismo. Que el trabajo bien hecho y las ganas de conseguir tus objetivos son lo que mueve el mundo, y que detrás de un estudiante que alcanza el éxito después de haber fracasado, siempre hay un buen profesor o profesora que le dio el empujoncito que le faltaba.

Entonces vi claramente que lo que necesita alguien para estudiar antes de un examen, es motivación, y que, con suficiente motivación, no hay nada imposible.

En ese momento me puse a escribir un guion, y lo grabé durante unos cuantos meses en mis ratos libres. La intención era explicar a la gente que lo primordial para conseguir un buen resultado, es tener fe en uno mismo y trabajar mucho.


Así pues, aquí os dejo el vídeo. Queda dedicado a la memoria de la profesora que en su día me motivó para aprobar Fisiopatología y a quien debo mucho más que una simple nota de una asignatura. Descanse en paz.