Para empezar, quisiera hacer hincapié en el respeto que
guardo hacia la democracia turca y su máximo representante, el señor Erdogan. Este
blog no pretende desestabilizar el gobierno turco ni mofarme de la imagen del
presidente.
(juas)
Con esta primera frase me cubro las espaldas de posibles
represalias hacia mi persona, y más si algún día pretendo viajar a Turquía, por…
vete tú a saber. Igual me apetece comer alguno de los manjares típicos de
Turquía. Más allá de los kebabs me refiero.
El caso es que hoy vengo a hablar de lo que ha pasado en
Turquía. Sé que debería hacer otra parte de la sección “Ali Babá, el ISIS y la
indiferencia occidental”, pero eso ya lo dejo para otra semana. Tengo
muchísimas ganas de escribir sobre lo de Turquía.
Os cuento la historia. Estaba yo con unos colegas hablando
por Skype y mirando cierta web de vídeos “curiosos” (por llamarlos de alguna
manera (como habrá gente mal pensada, no son porno
(¿Tan infantil creéis que
soy? Si fuese porno lo diría sin tapujos), a lo que iba), a lo que iba), cuando
de pronto nos enteramos de lo de Turquía, empezamos a buscar enlaces en directo
de las noticias de ahí, y nos pasamos la noche mirando cómo se desarrollaba
todo el acontecimiento. Mientras uno decía que eso era historia, el otro iba a
por agua y yo me echaba unas risas. Cosas mías.
Había gente en Twitter súper consternada por el golpe de
estado, pensando que cómo podía ser que una democracia tan próxima a las
europeas pudiese caer a manos de su ejército de ese modo en una sola noche. Súper
afectados todos, terrible.
A ver, sinceramente. A mí me hizo mucha gracia todo, pero
porque conozco el panorama político turco y sé que todo ha sido una pantomima. ¿Quién
lo ha orquestado? No seré yo quien lo diga, pero si después del presunto golpe
de estado, encarcelan no solo militares, sino también jueces, policía,
profesores, periodistas… Pues no sé. Llámame loco, pero igual es que a alguien
le sobraba esa gente antes de organizar el golpe de estado.
“¿Estás insinuando que ha sido el mismo Erdogan?”.
Supongamos que estamos en un colegio, y que un niño,
llamémoslo… no sé… ¿Carlos? No, mejor Recip. Pues supongamos que ese chico la
lía muy fuerte, del nivel de robar el almuerzo de todos sus compañeros, poner
petardos en los WC, o tirar sillas por la ventana (cosas típicas de mi
instituto, no os asustéis). Pues para evitar que le echen las culpas, el chico
se inventa otra cosa para hacerse la víctima, no sé, se tira por las escaleras
y se fractura algo. Al reñirlo la profesora por robar el almuerzo, explotar un
WC o tirar una silla por la ventana de un 3er piso, y verlo con su yesito en la
pierna, la compasión haría que no le castigase.
“¿Cómo va a ser el pobre Recip culpable de todo esto, si
está mal herido? Pobre…”.
Pues imaginad que el bueno de Recip es presidente de un país
llamado Turquía, que la ha liado muchísimo, ha petado aviones rusos, ha vuelto
a comerciar con Israel ganándose así la antipatía de sus votantes más religiosos,
y además está recibiendo refugiados cada día, a los que trata de forma
infrahumana, por no hablar de los bombardeos a los kurdos, claro. Está claro
que no hay escaleras suficientemente grandes por dónde tirarse para tapar eso.
La única solución es…
“¿Montar un golpe de estado?”.
No hombre, no… ¿Cómo va a montar un golpe de estado en el
que mueren civiles, policía y militares, no muere ningún político y además,
después le sirve de justificación para implantar la pena de muerte, deshacerse
de los que se le oponen en la sociedad, conseguir controlar los poderes
legislativo, judicial y ejecutivo, y además ganar el apoyo de los que lo habían
dejado de seguir? No, por dios. ¿Qué sandez es esa?
PD: Me gusta dramatizar lo que pasaba en mi instituto. No saltaban sillas de las ventanas, sí estuches. No explotaban retretes, pero sí bolis. No se robaba el almuer... bueno, eso sí. Pero no el de toda la clase. No eran tan eficaces.