jueves, 5 de enero de 2017

No controles mi forma de pensar porque es total

Con este título tan de Mecano, me dispongo a exponer una reflexión surgida de un par de conversaciones, alguna frase épica de algún profesor, y alguna foto de FB (Facebook para las víctimas de la brecha digital). Para situarnos, hoy hablaré de cambiar en general, porque ha llegado el 2017, la gente se hace propósitos de año nuevo y algunos conllevan cambiar de forma de ser o pensar. Y hay que meditarlo dos o más veces.


Ejemplo: Tu pareja dice que te quiere, pero que hay cosas que no le gustan de ti, por ejemplo, cuando hablas de política en las cenas y acabas invadiendo medio continente. O cuando se te va la castaña y empiezas a hacer humor negro racial. O cuando peinas las muñecas de tu colección mientras les hablas entre susurros. Ha pasado, por eso lo digo. No a mí.

Pensemos en la situación. Si fuese una opinión de tu pareja o amigos, sería aceptable. Todo el mundo tiene derecho a opinar sobre lo que quiere. De hecho, todo el mundo tiene derecho a despotricar y censurar aquello que no le gusta. El problema está cuando intentan cambiarte. Entonces piensa mal.
Cuando una persona quiere realmente a otra persona, significa que quiere sus virtudes y aprecia o como mínimo, respeta sus defectos, que, en definitiva, todos tenemos. De hecho, cuando estás enamorado, no percibes grandes defectos, y cuando quieres, es cuando los comprendes y los asumes. Esa es la diferencia entre enamorarse y querer.

El problema es cuando no es así, y tus defectos no son aceptados por la otra persona, que también tendrá sus defectos y que puede que aceptes. De hecho, querer cambiar a la otra persona y querer controlarla, es exactamente lo mismo, y muchas veces puede llevar a la persona a la que quieren cambiar, a entrar en una espiral autodestructiva depresiva.

Pero como veo que se está liando la entrada, voy a poner un ejemplo sencillo para que me entendáis.

“Gracias, ya me estaba liando con tanto cambiar”.

Mi nombre es Omar, soy pobre y tengo un Ford Focus C-Max con casi 15 años. La chica de la que estoy prenda (jerga de coleguis), es súper pija y le molan los coches de gama alta. Mi objetivo es que esté conmigo forever, pero con mi coche no tengo ni para empezar.

“¡Cáspita! Pues no sé qué decirte, si solo te quiere por tu coche, no parece una persona muy madura…”.

Solución, necesito un coche de gama alta, pero para eso me ha de tocar la lotería, pues soy pobre. O eso, o me pido un crédito, que igual no podré pagar y me acabarán embargando la casa porque repito que soy pobre y tal.

Pero dejemos a mi yo imaginario, y volvamos a analizar la situación. Controlar a una persona es hacer que cambie, en este ejemplo, que cambie de coche. Un ejemplo un tanto absurdo, pero llegamos a la misma situación que con los ejemplos anteriores.

A la chica con la que salgo no le gusta que peine muñecas mientras les susurro, y me pide que deje de hacerlo, que parezco raro, o me deja. Así que dejaré de hacerlo.

La chica con la que salgo odia el humor negro y me pide que deje de hacer chistes de etíopes mientras cenamos, o me deja. Así que dejaré de hacerlo.

La chica con la que salgo me pide que deje de hablar de lo magníficos que fueron Hitler y napoleón, o me deja. Así que dejo de hacerlo.

Y así me podría pasar horas, y es que, ejemplos como este son muy cotidianos, aunque no lo creamos. A mí, personalmente, me parece terrible que vivamos en un mundo en el que, dejamos de ser esclavos de la nobleza para someternos al yugo de alguien que quiere tener un control sobre nosotros simplemente porque en su vida nunca ha sentido el poder, o por el motivo que sea que alguien puede ser así. La verdad es que me trae sin cuidado.


Si te quiere, no te intentará cambiar. Te aceptará con tus defectos y virtudes, que todos tenemos, y del mismo modo, tú le aceptarás los suyos. Así es como funcionan las relaciones interpersonales y estables. El resto es basura hipócrita que durará poco porque alguno de sus miembros o los dos, no han madurado suficiente. 

PD: A veces sí que hace falta cambiar, por ejemplo, si peinas muñecas mientras les susurras cosas, pero eso ha de salir de dentro de uno mismo, nunca ha de ser objeto del chantaje emocional de otra persona.