Un joven llamado Zaratustra, Zara para los amigos, vivió toda su vida en una burbuja de fantasía, siendo un ángel sin sexo ni atracción por otros humanos. Así era nuestro Zara (espero que no me reporte Inditex por Copyright).
Cierto día, Zara conoció a una hermosa chica, y sin saber cómo
calificar lo que sentía, se creyó enamorado perdido. Suspiraba y por cada
suspiro, exhalaba anhelos de pasar tiempo con esa chica, un amor platónico por
quien sí perdía horas pensando, y por quien, por el contrario, no sabía si
existía reciprocidad. Y además estaba buena.
Zara no sabía qué era amar, pero viéndose cegado por el
amor, se vio dispuesto a superar los obstáculos que hicieran falta por tal de
no estar solo en este frío mundo. No era tanto querer dedicarle tiempo, sino
que más bien, debía dedicarle tiempo.
La chica, al ver que nuestro Zara le servía bien como muleta
para un cojo, procuró aprovechar al máximo ese sentimiento que sentía Zara por
ella. No le importaba estar con alguien a quien no amaba, pero como mínimo no
pasaba sola su estada en este frío mundo.
"Siempre con papeles malos para las chicas en tus blogs, Omar. Eres un machista y un opresor".
Cierto día, apareció un joven más poderoso que nuestro
querido Zara. Cuando digo “poderoso” me puedo referir a muchas connotaciones
que podemos dar a esa palabra, como adinerado, guapo, fuerte, listo, etc.
Zaratustra tampoco era el puto amo (no todos podemos ser como el escritor de
este blog). Así que nuestra dama de hielo se desentendió de nuestro Zara. Así.
En seco.
Zara había sido el camello que soportó el peso de un amor
que no le era recíproco, y soportó, y soportó. Al final se acabó pegando una
hostia del copón como no podía ser de otra manera. Pero no hay mejor manera de
aprender que a base de errores. Así Zara, indignado, se decidió a vivir por y
para él, a promover únicamente su libertad por encima de las demás, y a nunca
más aguantar la carga de nadie.
Fue en ese estado de león en el que Zara recibió una visita.
No en un lugar determinado, tampoco en un momento concreto, una visita
omnipresente. Un dragón de brillantes escamas le dirigió su contundente y
ardiente voz para culparlo de su soledad. Un dragón llamado Sociedad le culpó
de no seguir las tendencias normales y la corriente del río de la civilización.
Zara no se amedrentó, pues su espíritu de león se lo impedía. Si su espíritu
siguiese siendo el de un camello que aguanta el peso de los demás, seguramente
se hubiese acojonado un poco, pero no era el caso. No obstante algo se le removió por dentro. El dragón tenía parte de razón.
Zaratustra entendió entonces que el ser humano necesita el
amor para vivir, pero también entendió que no se puede ser libre si uno carga
con el peso de las acciones de los demás. Fue entonces cuando Zara volvió a ser
un niño y empezó su andadura de nuevo. Ya estaba preparado para iniciar una
nueva relación con alguien a quien verdaderamente pudiese amar. Solo dependía
de él, volver a ser un camello que soportase una carga innecesaria, ser un león
que fuese repudiado por una sociedad intolerante, o encontrar un nivel por
encima de esas categorías, rompiendo así el eterno retorno y el ciclo de la
infelicidad.
Conclusión. Solo de él dependía ser un hombre, o un súper-hombre.