Volviendo de barracas por la noche, en una de esas madrugadas
cubiertas por una brumosa niebla, vi a lo lejos una imagen de alguien
aproximándose hacia mí. En esas que empiezo a vislumbrar la altura de la
persona y a escasos metros me doy cuenta que es un niño de apenas diez años. Me
acerqué a él y le pregunté el motivo de encontrarse deambulando a esas horas de
la madrugada en ese lugar, y dispuesto a llamar a la policía con mi teléfono
móvil, el crío me cogió de la mano que tenía libre y me susurra “a ver,
subnormal, que soy Lucifer y he venido a ofrecerte un pacto, macho, que hay que
explicarlo todo”. Entonces recordé una frase de mi abuela “por la noche, en la
calle, solo te vas a encontrar yonquis y putas” y la verdad es que ese niño
mucha cara de yonqui no tenía.
Segundos después, tras un extraño movimiento de cielo y
tierra digno de película de ciencia ficción, fuimos transferidos a un lugar
totalmente distinto. Lava por las paredes, un calor asfixiante y un suelo rojizo
era el atrezo de ese misterioso sitio. Pero algo me llamaba más la atención,
ese maldito niño de diez años había tenido los santos cojones de llamarme “subnormal”.
Al soltarme la mano se llevó una colleja entre oreja y oreja, a lo que
respondió “pero vamos a ver, ¿eres tonto? ¿Quieres morir aquí mismo?”. Entonces
lo comprendí todo. Ese niño había nacido en una familia desestructurada y tenía
algún que otro trauma infantil, era mi deber reconducir esa actitud hacia algo
más positivo para el pobre infante.
No obstante, el niño dejó de ser un infante en un golpe de
magia para convertirse en la clásica imagen de diablo con cuernos y cola, de
piel roja y musculatura desmesurada. Ahí ya entendí que muy normal no era la
situación. “Uy, pues sí que es Lucifer, sí” me dije a mi mismo.
Ese extraño ser empezó a vociferar de forma escandalosa “así
que tú eres Omar, vaya, vaya”. Yo sorprendido de que el diablo en persona me
conociese, le pregunté sobre aquello a lo que me respondió “bueno, para no
conocerte... Somos grandes fans de tu blog políticamente correcto y lo leemos
cada semana, en el inframundo tienes mucho éxito”. “Lástima que el AdSense no
cuantifique las visitas infernales” pensé.
“De todos modos te he traído por otro motivo, quiero
ofrecerte un trato” me dijo el diablo en persona mientras sacaba un puro de su
caja y se lo fumaba lentamente, haciendo anillos con su diabólica boca. “Quiero
tu alma a cambio de un deseo, el que quieras”.
Un pacto con el diablo, magnífico. “Pero soy demasiado
ambicioso para conformarme con un solo deseo” le dije, “por un alma tan
codiciada como la mía, pido 4 deseos”. Ahí estaba yo, con mis 23 años,
regateando con el mismísimo señor de las moscas. “Ni de coña” me contestó, “no
sabes con quien estás hablando, te podría pegar un leñazo ahora mismo y
quedarme con tu alma a las malas”.
“Pero a ver, listo, que eres muy listo, si hubieses podido
hacerlo ya lo hubieses hecho” contesté, “última oferta, tres deseos o me vuelvo
a mi mundo y rajo de ti en mi blog”.
Después de decir eso, el diablo hizo un gesto con la cara
que arrugó su rojiza piel hasta el punto de supurar sudor de sus pérfidos
poros. “Trato hecho, tú sí que sabes cómo tratar con tus fans” me dijo, “y
ahora dime, ¿qué tres deseos quieres?”.
Ahí tuve que pensar mucho. La paz mundial siempre la había
tenido en la cabeza, así como la inmortalidad y el conocimiento infinito. Claro
que la paz mundial no es problema mío sino de los gobiernos, y si no se quieren
poner de acuerdo, no iba yo a gastar un deseo mío para que ellos se llevasen la
fama y los Nobel de la paz. Sobre la inmortalidad, ver morir a tus amigos y
familiares mientras tu gozas de buena salud toda la eternidad, pues no es muy bonito
(en realidad estaría genial, pero siendo el diablo tan maléfico como lo pintan,
igual me hubiese convertido en estatua o reducido a partículas elementares
eternas). Por último, sobre el conocimiento infinito, la verdad es que suena
tentador, pero, a fin de cuentas, es cuando se es ignorante que se vive más
feliz.
“¿Sabes qué diablo? Me quedo con mi alma, y métete esos
deseos por donde te quepan” le increpé, “y que sepas que eso de secuestrarme
está muy feo, yo había dicho que estaría en casa a las 3 de la madrugada y
ahora mismo no sé dónde estoy”.
“Piénsatelo bien Omar” insistió de forma desesperada, “te estoy ofreciendo más de
lo que tendrá nunca nadie jamás en toda la existencia viva del universo”.
“¡Que te dejes de historias y me lleves a Girona ya, macho,
que luego la bronca de mi madre por llegar tarde me la como yo” le exclamé
ciertamente exaltado, “¡un segundo más y serás carne de cañón de mi blog!”.
Con los ojos lagrimosos, Lucifer (Luci para los amigos) chasqueó los dedos.
Dos parpadeos después, estaba delante de donde había
aparcado el coche, y ya podía volver a casa. Miré el reloj y eran pasadas las
cinco de la madrugada, así que cogí el coche y, conduciendo con toda la
precaución posible, procuré llegar a casa tan pronto como pude.
Bueno, mamá, esa es la historia. Sé que parece una excusa
muy mala para llegar tarde a casa, pero es la verdad. Y ahora si me permites,
me voy a dormir que esto de viajar al inframundo cansa mucho.