jueves, 23 de febrero de 2017

Los "Reyes Magos" y las ilusiones

Hola, ¿qué tal lector?

“Bien, Omar, aquí andamos, perdiendo el tiempo leyendo este blog, como cada jueves, y tú qué t… bueno, da igual, lo ibas a contar de todos modos…”.

Yo bien, gracias por preguntar. Hoy cumplo un año de operado después de llevar gafas durante 20 años. Pero bien. De hecho, hoy no venía a hablar de mí. Vengo a contar una historia sobre los Reyes Magos. Sí, sí. Los que habéis leído otras entradas, entenderéis a qué me refiero, y los que no, pues ya lo iréis pillando.



El otro día pensaba en cuando mi padre me contó que los Reyes Magos no existían. Qué desolación me invadió por dentro (de hecho, no fue tanta, fue raro, pero no me entristecí ni nada). Esta historia ya la resumí en medio de una entrada, que os animo a leer.

La cosa es que, pese a que sabía que los Reyes Magos eran mi padre y mi madre, en el fondo siempre tenía esa ilusión de niño pequeño de pensar que los regalos eran fruto de la magia, y que, de algún modo, la noche de Reyes tenía algún secreto místico.

No obstante, la vida para los pobres, es como una temporada de Juego de Tronos. Empieza suave, tranquila, hasta aburrida, y al final, <<PAM>>, decapitación al canto. En el caso de los Reyes Magos, te das cuenta que si no regalas tú, no hay regalos, así que la “magia” se rompe totalmente. A tomar por culo el misticismo, las cartas, los pajes y toda la mandanga.

Lo mismo pasa con tantas y tantas cosas en la vida. Nos ilusionamos, como es normal, con tonterías. Luego nos damos cuenta que no, que es imposible, nuestro lado racional nos indica que es inviable. Aún queda algún resquicio de esperanza en nuestro cerebro (a los ilusos nos pasa más y es peor, cual heroína para un adicto). Y finalmente, viene, o la hostia de frente, o bien…

“¿O bien…?”.

Comprar los regalos.

Básicamente lo podríamos resumir en que, a veces es mejor cerrar una puerta de la que sabes que no va a entrar nadie, y abrir una ventana para que entre el aire fresco, que quedarte esperando y mirando la luz que asoma tras esa puerta que ya sabes que no lleva a ningún lado.

La realidad es como un agujero negro del que, si no te acercas demasiado, puedes vivir en una falsa felicidad de ensueño e ilusión. Si te acercas un poco, notas el ralentí del tiempo y la deformación del espacio. Y al final, si te metes en el horizonte de sucesos, es cuando te das cuenta que todo ha sido una auto-mentira.

El ejemplo del agujero negro queda mejor de lo que nos pensamos. Si uno se acerca a un agujero negro, el tiempo pasa más lento para él, pero más rápido para los demás. Es como cuando uno se come el coco, que parece que todo deba ser un drama, cuando en realidad, es una inmensa chorrada enorme visto en perspectiva.

En definitiva. Los Reyes Magos no existen, es una putada, pero es verdad. Cuando somos niños, está bien creer en ello, y más si vivimos en sociedad y el resto de críos también creen en ello. Eso sí, hay que saber que cuando uno crece, las ilusiones también cambian, el mundo se vuelve más áspero quieras o no, y las perspectivas dejan de ser tan bonitas.

De ahí la frase del Maestro Aemon a Jon Snow “Mata al niño, Jon Snow, mata al niño y deja nacer al hombre”.

“Me encanta porque acabas con una cita celebre”.