jueves, 13 de octubre de 2016

Internet, el pecado original

(Pido al lector o lectora, a ser posible, abrir este enlace y escuchar la música mientras se lee el artículo https://www.youtube.com/watch?v=VbxgYlcNxE8 )


Los siete pecados capitales fueron creados para que la gente siguiese una serie de normas que nos ayudasen a todos a convivir en cierta armonía. La vida nos iba a dar por culo a todos por igual, pero la igualdad no es siempre justa. Quitar 100 euros a un rico no es como quitárselos a un pobre.

El pecado de la soberbia es conocido como el pecado original según algunas religiones, y es el peor de todos ellos, el que cometió Lucifer o Shaitán al pensar que podía aspirar a algo más de lo que en realidad era capaz. Un ser ambicioso que algunas religiones lo conciben como un ángel caído, y otras como un genio en el sentido malo de la palabra. Pese a esta pequeña diferencia, en todas las religiones monoteístas, el pecado de la soberbia es común, y relacionado con este ser que quiso ser igual a dios. Como cuando se dice que Adán y Eva comieron del árbol del conocimiento, pudiéndose conformar con el de la vida, y cometieron así también el pecado original.



“Agradezco esta magnífica clase de teología y moral, pero ¿qué demonios tiene que ver esto con la entrada?”.

Las religiones fueron creadas en su base, a partir de una idea primaria del hombre como es la existencia de dios. Hoy en día una persona puede ser atea o agnóstica pero el concepto de “dios” cada uno lo conoce porque socialmente está inculcado en nuestras diversas culturas, y así ha sido siempre. A partir de esa idea y para mejorar la convivencia, se crearon los valores morales y religiosos en los que se basa nuestra sociedad.

Ahora bien, y volviendo al tema principal. El pecado de la soberbia, el motivo por el cual una persona ha de ser modesta no solo en público y de cara a los demás, sino también en su forma de pensar y actuar. Ese pecado gracias al cual todos somos iguales y tenemos la concepción que gozamos de las mismas oportunidades pues como humanos somos indistintos entre nosotros.

Falso.

La desigualdad es obvia en una sociedad como la nuestra, e incluso remontándonos años atrás, veíamos como los que promulgaban los principios morales, eran los que más poder tenían. No eran iguales y pese a eso daban lecciones a los demás. Como ahora los políticos, como ahora las clases burguesas, como ahora los hijos de buenas familias que deciden ir de pobres para dar lecciones a los que realmente son pobres.

“Aquí una canción de “Sons of Aguirre” quedaría realmente bien”.

Pero no desesperemos, la historia de la humanidad ha estado siempre regida por autoridades que han ejercido su poder para inclemencia del pobre, para subyugarnos en sus valores morales y nunca llegar a ser iguales a ellos. A esos el pecado original no se les aplica, pues ellos sí son mejores que nosotros. A ellos simplemente se les puede suplicar clemencia y dar gracias por respirar los humos de sus producciones industriales.

Decía Voltaire que todos los hombres son iguales entre ellos, y la única diferencia entre ellos no está en su nacimiento, sino en su virtud. Voltaire era un burgués que exaltó a las clases pobres con el pecado original para que estas se revelasen contra la nobleza, y conseguir que la burguesía lograse el poder, final obvio de la tan vanagloriada Revolución Francesa. Murieron muchos pobres, carnaza simple para una Revolución Francesa que suscita muchas alabanzas.

Pero algo ha pasado en medio de esta hecatombe histórica. Una mota de luz se abrió paso en el túnel que barra el paso entre los pobres y la libertad de un mundo desigual. La era de la comunicación nos da el mismo acceso a ricos y pobres a la información. Y eso es lo que temen algunos, que tratan de poner trabas a una red que no diferencia de manos desnudas sucias o nobles y limpias, a la hora de teclear, mal que le pese a algunos.

Ciertamente cada vez hay más maneras de monitorizar a las masas a través de internet, pero no deja de ser verdad que no existe método alguno para controlar millones de personas, ni en las calles, ni delante de una pantalla de ordenador.

¿Es internet el pecado original del que tanto han huido nobles, religiosos y burgueses? Puede ser. Lo que está claro es que la igualdad en internet es patente, y más allá de él, algún día puede que lo llegue a ser en las calles.

"Pero los pobres no tienen acceso a internet".