Hoy vengo a hablar de lo influenciables que somos nosotros,
seres humanos, y lo haré con un par de ejemplos (como empieza a ser habitual),
de mi vida.
Veréis, en la sociedad actual (de igual modo que hace 20
años) si eres un niño pequeño y no eres del Barça o del Madrid, no eres nadie.
En mi caso, yo era del Barça, pese que a que mi padre siempre tuvo predilección
por el Madrid. En casa ya os podéis imaginar que los derbis se vivían con
intensidad hasta hace 6 años, que perdí la simpatía por el fútbol Cosas de la
edad supongo, acabas dando más importancia a lo que realmente merece la pena (más allá que el fútbol se haya convertido en una herramienta política y económica, en lugar de una competición que promueva la vida saludable y el deporte entre los jóvenes).
De todos modos, a los que nos gustaba el fútbol hace unos
años, nos gustaban jugadores como Ronaldinho,
Kluivert, Eto’o, Zidane, Raúl, etc. Personas que eran idolatradas por el
simple hecho de dar patadas a un balón, y cuyas acciones eran tomadas por niños
como referencia de un modelo de vida bueno. Y esto pasa con absolutamente todo.
El ser humano es súper influenciable y si mi superhéroe favorito lleva
zapatillas Nike, yo me las debo comprar para sentirme como un superhéroe. Por
la misma regla de tres, yo quería comprarme la camiseta de un determinado
jugador porque era lo más, pese a que me salía por sesenta euros (aunque en el mercadillo te sale tirada, pero claro, es del mercadillo, ya no vale, eres un pobraco y serás discriminado eternamente por tu estatus social, una muestra que la lucha de clases aún existe (chúpate esa Marx, y en solo un párrafo)).
Pero vayamos a otra anécdota, porque no solo nos hemos visto
influidos a lo largo de nuestras vidas por ídolos, sino también por las series
de televisión que hemos visto, por los libros que hemos leído y por los
personajes de estas, de igual modo que por las personas carismáticas que hemos
conocido a lo largo de nuestra vida, y como con los futbolistas, no
necesariamente hemos cogido de ellos únicamente los hábitos correctos, sino que
también vicios insalubres o defectos y tics que a la larga nos han hecho
arrepentirnos de haber idolatrado a esa persona. Por ejemplo, alguien guay que
fumaba y por lo cual nosotros también debíamos fumar para ser guay.
Somos vulnerables y frágiles a partes iguales, pero es ahí
donde reside la gracia del ser humano y es empezando por esa parte, por donde
podemos cambiar la sociedad a mejor (o a peor, si es usted, querido lector, un futuro dictador con planes para conquistar Europa, establecer su raza como la superior, y grabar su nombre con letras de fuego en los libros de historia como "el dictador que se inspiró en el Blog políticamente correcto de Omar Habbab", me haría muchísima ilusión).
Me explico. Cuando sabemos cuál es nuestro problema como
personas, es más fácil arreglarlo, de igual manera que uno no cambia una rueda
si no sabe que ha pinchado o que está muy gastada. La cosa es darnos cuenta de
ello, y es ahí donde cada persona empieza a crear su modelo de personalidad
único y exclusivo.
Sí, ciertamente lo más seguro es que se acabe pillando cosas
de aquí y de ahí, detalles que puedan ayudarnos en nuestro día a día, cosas
buenas, y puede que alguna cosa mala. El caso es que, si sabes que es malo algún
hábito imitado, has de ser consciente que es únicamente responsabilidad tuya no
caer en los mismos errores que ya cometió la persona de quien los has copiado
en el pasado.
“¿Te refieres a apoderarnos a nosotros mismos?”.
O no. Me refiero a que la genética no determinará si vas a
fumar toda tu vida o no. La genética puede determinar el tiempo que vayas a
durar fumando antes que un cáncer te mate o te amputen las piernas por
problemas vasculares. Quien deberá aprender que fumar es malo, y deberá parar
de fumar eres tú, y ser consciente de eso es lo que te dará poder para tirar
adelante.
Y cuando digo fumar, me puedo referir a mil otras cosas que
imitamos de gente a quien sobrevaloramos, y resulta que son tan humanos,
frágiles y maleables como nosotros. Igual que nosotros caímos en la trampa de “fumar”, ellos también cayeron en la misma
trampa, y quizás no se dieron cuenta que solo estaba en sus manos el apropiarse
de las cosas buenas de los demás, construir su propia personalidad y conseguir
así concebir una vida más real y propia.