jueves, 29 de junio de 2017

Fumar es malo, pero peor es ser imbécil

Hoy vengo a hablar de lo influenciables que somos nosotros, seres humanos, y lo haré con un par de ejemplos (como empieza a ser habitual), de mi vida.

Veréis, en la sociedad actual (de igual modo que hace 20 años) si eres un niño pequeño y no eres del Barça o del Madrid, no eres nadie. En mi caso, yo era del Barça, pese que a que mi padre siempre tuvo predilección por el Madrid. En casa ya os podéis imaginar que los derbis se vivían con intensidad hasta hace 6 años, que perdí la simpatía por el fútbol Cosas de la edad supongo, acabas dando más importancia a lo que realmente merece la pena (más allá que el fútbol se haya convertido en una herramienta política y económica, en lugar de una competición que promueva la vida saludable y el deporte entre los jóvenes). 

De todos modos, a los que nos gustaba el fútbol hace unos años, nos gustaban jugadores como Ronaldinho, Kluivert, Eto’o, Zidane, Raúl, etc. Personas que eran idolatradas por el simple hecho de dar patadas a un balón, y cuyas acciones eran tomadas por niños como referencia de un modelo de vida bueno. Y esto pasa con absolutamente todo. El ser humano es súper influenciable y si mi superhéroe favorito lleva zapatillas Nike, yo me las debo comprar para sentirme como un superhéroe. Por la misma regla de tres, yo quería comprarme la camiseta de un determinado jugador porque era lo más, pese a que me salía por sesenta euros (aunque en el mercadillo te sale tirada, pero claro, es del mercadillo, ya no vale, eres un pobraco y serás discriminado eternamente por tu estatus social, una muestra que la lucha de clases aún existe (chúpate esa Marx, y en solo un párrafo)).

Pero vayamos a otra anécdota, porque no solo nos hemos visto influidos a lo largo de nuestras vidas por ídolos, sino también por las series de televisión que hemos visto, por los libros que hemos leído y por los personajes de estas, de igual modo que por las personas carismáticas que hemos conocido a lo largo de nuestra vida, y como con los futbolistas, no necesariamente hemos cogido de ellos únicamente los hábitos correctos, sino que también vicios insalubres o defectos y tics que a la larga nos han hecho arrepentirnos de haber idolatrado a esa persona. Por ejemplo, alguien guay que fumaba y por lo cual nosotros también debíamos fumar para ser guay.


Somos vulnerables y frágiles a partes iguales, pero es ahí donde reside la gracia del ser humano y es empezando por esa parte, por donde podemos cambiar la sociedad a mejor (o a peor, si es usted, querido lector, un futuro dictador con planes para conquistar Europa, establecer su raza como la superior, y grabar su nombre con letras de fuego en los libros de historia como "el dictador que se inspiró en el Blog políticamente correcto de Omar Habbab", me haría muchísima ilusión).


Me explico. Cuando sabemos cuál es nuestro problema como personas, es más fácil arreglarlo, de igual manera que uno no cambia una rueda si no sabe que ha pinchado o que está muy gastada. La cosa es darnos cuenta de ello, y es ahí donde cada persona empieza a crear su modelo de personalidad único y exclusivo.

Sí, ciertamente lo más seguro es que se acabe pillando cosas de aquí y de ahí, detalles que puedan ayudarnos en nuestro día a día, cosas buenas, y puede que alguna cosa mala. El caso es que, si sabes que es malo algún hábito imitado, has de ser consciente que es únicamente responsabilidad tuya no caer en los mismos errores que ya cometió la persona de quien los has copiado en el pasado.

“¿Te refieres a apoderarnos a nosotros mismos?”.

O no. Me refiero a que la genética no determinará si vas a fumar toda tu vida o no. La genética puede determinar el tiempo que vayas a durar fumando antes que un cáncer te mate o te amputen las piernas por problemas vasculares. Quien deberá aprender que fumar es malo, y deberá parar de fumar eres tú, y ser consciente de eso es lo que te dará poder para tirar adelante.

Y cuando digo fumar, me puedo referir a mil otras cosas que imitamos de gente a quien sobrevaloramos, y resulta que son tan humanos, frágiles y maleables como nosotros. Igual que nosotros caímos en la trampa de “fumar”, ellos también cayeron en la misma trampa, y quizás no se dieron cuenta que solo estaba en sus manos el apropiarse de las cosas buenas de los demás, construir su propia personalidad y conseguir así concebir una vida más real y propia.