sábado, 31 de diciembre de 2016

Un 2016 de tontos


Uy, qué rápido ha pasado el 2016, eh. hahahahahah NO.


Con este título no pretendo mofarme de todas aquellas personas que se despiden del 2016, un número, una cifra. Sí, podría hacerlo, ¿pero no sería eso ensañarse con una parte desprotegida de la sociedad, un eslabón vulnerable de mentes inconscientes sin sentido que se dedican a dar un cuidado humano a una simple cifra? Pobres.

Este ha sido en muchos sentidos un año de éxitos que quizás no pueda volver a repetir, y otros que seguro que acabaré superando. Ahora os podría hacer nuevamente la lista de logros…


“Mira Omar, yo voy dejando ya de leer esto porque me huele que…”

Pero hoy no será ese día.

Hoy quiero traeros una reflexión sobre este último año. No será la típica reflexión que hace la gente en su Facebook para ganarse unos likes y subirse la autoestima. No. Esta va más allá del bien y del mal, y sin llegar al nivel sifilítico de Nietzsche.

Este año hemos podido decir todos muchas cosas, algunas de las que nos arrepentimos, otras de las que no. Hemos podido dejar atrás muchas personas, algunas a las que echaremos de menos, otras a las que no. Y sobre todo, hemos cerrado etapas de nuestra vida, algunas que recordaremos con nostalgia, otras que recordaremos con ira desenfrenada y cuya memoria nos perturbará a media noche, levantándonos sudados y empuñando el revolver que guardamos bajo la almohada desde que Jonny murió en aquel loco accidente con los mafiosos que no debió ocurrir si hubiésemos tenido los refuerzos necesarios no.

Pero si con algo nos hemos de quedar de este año, es con esos momentos de libertad que hemos tenido en ocasiones, olvidando nuestros quehaceres. Perdón, ¿he dicho “olvidando nuestros quehaceres”? Quise decir “dejando de lado”, porque algunas cosas, por más que quieras, no te las puedes quitar de la cabeza.

Creo, sinceramente, que cuanto más tiempo pasamos solos, pensando en lo que hemos hecho, tanto lo bien hecho como lo mal hecho, al final, aprendemos más de nosotros mismos y de nuestras reacciones ante determinados estímulos. Esto último es la base del estudio experimental que es la vida para nosotros mismos.

Mucha gente os puede vender la milonga que, para conocerse a uno mismo, hay que vaciar la mente, respirar hondo incienso, y porquerías varias para sacaros dinero.


“A ver, cuéntanos, oh gurú de la vida, ¿cómo nos podemos conocer a nosotros mismos?”.

Hoy es un buen día para hacer una lista de las cosas buenas y malas, de los aciertos y los errores, y de lo que nos arrepentimos de hacer, y de lo que no hemos hecho, mes por mes. Una vez hecho eso, además de ejercitar de forma magnífica la memoria, podemos descubrir quien somos realmente a partir del comportamiento que hemos tenido durante el año. Uno puede que, ante determinadas situaciones, actúe de un modo u otro, pero en global, es imposible no comprender quien somos.

Por mi parte, veo que soy un tío obcecado, iluso, infantil, y malvado. Pero además también respeto las demás opiniones, me gusta hacer reír, y me gusta compartir la felicidad.

Este año ha estado lleno de cagadas monumentales, pero también he de reconocer que he tenido una suerte impresionante en muchas ocasiones, y en eso también influye el interés que dedicas a las cosas.

Cosas que he aprendido del 2017:

- Todos somos humanos, seas rico, pobre, tengas 8 carreras, o solo la ESO, todos podemos tener buenas ideas, y es preciso saber poner las diferencias a un lado para escuchar a los demás como iguales que somos.

- Las cosas mejor decirlas a la cara, de forma directa y cuanto antes posible. Si la cagas, te ahorras tiempo y angustias, si no la cagas, aprovechas más el tiempo. 

- Por mucho que te esfuerces en las cosas, a veces no hay esfuerzo que valga, y puede que ni valga el esfuerzo. Pero eso es algo que no sabrás hasta que lo hayas intentado porque el futuro no lo sabemos (a no ser que seas Sandro Rey y te dediques a estafar octogenarias por TV).

- Cuando pareces tonto, la gente se sorprende de que despuntes en algo. Cuando saben que no eres tonto pero lo parece, te intentan dar lecciones para poder compartir tu éxito. Cuando no creen que seas tonto ni que lo parezcas, trabajarán contigo de igual a igual y el éxito será realmente compartido. 

Porque si algo me ha enseñado el 2016 es que, cuando empiezas algo diferente al resto de cosas que se han hecho, te llaman loco, y muy amablemente te invitan a dejarlo estar y a centrarte en algo más productivo y pragmático que te de de comer mañana. Como si mañana solo nos dedicásemos a comer y nuestros sueños, esperanza y emociones no fuesen más que una capa de pintura de nuestra vida.

Cuando has empezado y te faltan muchas horas de trabajo, te observarán y pensarán que no lo lograrás, que ya has llegado muy lejos, y que si fuese tan fácil, otra persona lo habría hecho.

Y en el momento de acabar, es cuando te dicen el típico "ya lo sabía que lo lograrías", "suerte que seguiste mis consejos" o "sabes que sin mí no lo hubieses logrado".  Pero eso ya dará igual, porque lo habréis logrado.


A todo esto, solo os puedo aconsejar dos cosas para el 2017.

La primera, cagadla sin miedo, y cuando la caguéis, no os vengáis abajo.

La segunda, quered a quien quiera ser querido, y a quien no os quiera, no le queráis.


¡Y A TOPE CON EL 2017!

PD: Y a todo esto Omar, ¿de verdad no cambiarías nada de este año?

Sinceramente, querida cursiva, no cambiaría ni un ápice. No me arrepiento de nada.

miércoles, 28 de diciembre de 2016

Crónica de una mente suicida


Suena el despertador. Y, ¿para qué?

Toca levantarse, pero, ¿para qué?

El mundo sigue siendo la misma basura infecta de siempre, pase un día, otro, u otro más. Siempre el mismo martilleo, siempre la misma tortura. Todo sigue siendo un caos previsible del que no se puede escapar. ¿O sí?

Me levanto y busco las zapatillas. Un pie no entra a la primera. Buen presagio de cómo va a ir el día.
La ducha fría por el calentador estropeado, un desayuno simple, y a trabajar. La misma rutina día tras día, salvo los fines de semana. Esos se resumen en salir de la cama y volver a entrar en ella. Sin pareja, con escasa familia, y menos amigos que los dedos de una mano.

Trabajo, y cuando más trabajo, más me doy cuenta que esto no es lo mío. Papeleo, números, letras, siempre las mismas caras insípidas, siempre los mismos chistes sin gracia. Todo siempre igual.

Sales con los amigos y las fiestas ya no son lo de antes. La gente bebiendo para olvidar que la vida es aburrida y nada de lo que hacen les llena por dentro. Siempre la misma serenata triste que acompaña sus falsas sonrisas. Todo se mueve a cámara lenta mientras pierden su vida creyendo que se divierten. Todo igual.

Voy por la calle y ya no veo árboles. Veo palos donde colgarme. Ya no veo vasos de vidrio. Veo cristales para cortarme las venas. Ya no veo grandes edificios. Veo pisos desde donde saltar. 

“¡Oh, hola!”

Oigo una vocecilla.

“No soy una vocecilla, soy tu hado madrino, me llamo Omar”.

Debo estar experimentando algún tipo de trastorno que me produce alucinosis.

“No creas, ¿recuerdas el blog ese que leías cuando eras un simple estudiante y con el que te asfixiabas literalmente de la risa?”

¿Se referirá al blog ese que hablaba de sandeces cada semana escrito por un loco egocéntrico que hacía chistes malos?

“Sí, ese... Tampoco eran tan malos... Bueno, pues digamos que de tanto leer entradas acabaste afectado mentalmente, y de algún modo, te inseminaron el cerebro, hasta que nací yo”.

¿¡Me inseminaron el cerebro!? Ahora sí que alucino.

“No, ¡qué va! ¿No has visto Black Mirror? Pues algo así pero en plan cutrón”.

¿Y qué pretendes vocecilla?

“Te digo que soy tu hado madrino, si quieres imaginarme, ponme la cara de Omar, y un cuerpo de hada, con sus alas y su barita. E intenta no reír”.

Vale, ¿qué pretendes hado madrino?

“Pues evitar que te mates. Porque tu vida vale más de lo que tú crees para amargarte como lo haces”.

No me amargo yo, me amarga la vida.

“La vida es así, llena de luz, llena de color…”

¿Vas a estar ahí mucho tiempo?

“Lo justo y necesario. Cuando me necesites y para lo que me requieras. Aquí estaré para velar por ti”.

¿Entonces todo me empezará a ir bien?

“No te engañes, las cosas seguirán yendo como hasta ahora a no ser que cambies tú. Yo solo estaré para evitar que te hagas daño, porque recuerda que el peor de los enemigos habita dentro de nosotros, y si le dejamos vía libre, será cuando habremos caído en sus fauces. Y créeme, siempre nos quedan demasiadas cosas bellas por vivir, y nunca merece la pena dejar de hacerlo solo para evitarse sufrir”.

¿¡Cómo le puedes decir eso a alguien que lo ha perdido todo!?


“Precisamente porqué lo has perdido todo, es que lo tienes todo por ganar”.



--Lo sé, la foto era totalmente innecesaria--