martes, 26 de julio de 2016

La historia [no tan bonita] de amor [no tan ideal].

Bien. Tenía preparada una entrada de blog brutal y agresiva en la cual me desahogaría por ciertos acontecimientos de mi vida. Todo ello de forma políticamente correcta, claro está. Aun así, creo que no voy a publicar jamás esa entrada (como otras que quedarán en “borradores” para siempre).

Hoy os voy a contar una historia de amor entre un chico y una chica. Sí, lo sé, podría haber dicho entre una chica y una chica, o entre un chico y un chico. Espero que el hecho de hacerlo entre una chica y un chico no ofenda a ninguno de mis lectores gay.

Volviendo a la historia, digamos que este chico y esta chica se conocieron por una de esas cosas que suceden en todas las historias de amor fantásticas y que resulta que son tan increíblemente apasionantes que luego se escriben libros y entradas de blogs políticamente correctos.

“Buah, Omar. ¿Se viene entrada pastelosa? Yo me voy antes que…"

Espera.

Típico acontecimiento adjudicado a algo más que el simple azahar por el que se creó la palabra “destino”, dos personas se enamoran y tienen una relación que dura un tiempo determinado, son felices y puede que jamás nunca se acabe su amor. Genial, fantástico. Qué historia tan bonita. Me encanta. Creo que me dedicaré a escribir un libro de 500 páginas de cómo esta pareja mantiene relaciones sexuales sadomasoquistas y lo titularé “400 sombras de…”, ¿Gray? No. Mejor que sean 500.

Perdonad mi difamación. Volviendo a la historia de amor, digamos que chica y chico tienen diferentes conceptos de la relación que mantienen. Una lo ve más como una amistad. El otro lo ve más como una relación unida por el destino que además será inquebrantable y seguro que tienen muchos hijos porque claro, resulta que el otro día hablaban de una serie de conceptos terminológicos sobre la concepción y coincidieron en ciertos aspectos en la materia, y además la fertilidad es un término que ciertamente…

Vamos, que mientras una no pensaba en una relación seria, el otro se flipaba un poquitín.

No obstante, el hecho que el chico se flipase echó a la chica atrás, y le dejó claro los términos de su relación contractual, cosa que entristeció al chico. Así pues, la chica y el chico se distanciaron, y el chico, que como buen iluso ya se había ilusionado, se deprimió seriamente, cosa que después repercutió en su trabajo, en su trato con los amigos, su familia, etc. Vamos, que se sentía muy y muy mal y realmente le afectó mucho.

Por su lado, a la chica no le pareció importar demasiado pues ella nunca lo vio como una relación estable ni seria, y por esa condición, tampoco le costó demasiado conocer a alguien más que ocupase el sitio de nuestro protagonista, con quien esta vez sí mantuvo una relación seria hasta el punto de casarse, tener hijos, y todas esas cosas tan protocolizadas que toda persona seria y normal ha de hacer en la vida para ser respetado por sus iguales.

Pero volvamos a la historia del chico. Este al ser un flipadillo de la vida, no pudo rehacerse del golpe, y vagó y vagó por las calles, buscando una pared donde apoyarse. Se apoyó en alguna barandilla, pero cuando lo hacía, se daba cuenta que jamás encontraría una pared tan segura como de la que había dependido tiempo atrás. Y vagó y vagó. Triste y sin ánimo alguno vagó por las calles de la soledad sin saber dónde hallar una luz de esperanza que le ayudase a tirar adelante. Perdió su faena, se distanció de sus amigos y se dedicó a su decadencia.

Pero oh, casualidad de la vida. Resulta que el hecho de perder la faena le impulsó a buscar otra, en la que, oh casualidad de la vida, encontró una chica. Fue entonces cuando se dijo a sí mismo “esto debe ser el destino, nada pasa por casualidad”. Pero cierta sombra del ayer invadió su mente y corrompió la idea que había ocupado su masa encefálica.

“No es el destino” se dijo. “El destino no existe. Si no hubiese perdido la faena, jamás hubiese venido a buscarla aquí, y jamás hubiese conocido a esa chica. Además, puede que esa chica tampoco sea lo que busco realmente. El mundo está lleno de oportunidades y personas con quien congeniar. Simplemente hace falta el suficiente valor y autoestima para salir ahí, a la jungla de la sociedad, a tantear la suerte, y quien sabe si algún día, entre esas oportunidades encuentre una que realmente esté hecha a mi medida. Seré yo el que la encuentre. No puedo esperar a que un ente llamado “destino” lo haga por mí”.

Fue entonces cuando nuestro protagonista halló la respuesta en sus propios errores y supo sobreponerse a las adversidades del destino para alcanzar el éxito (concepto un tanto relativo) en las facetas que se propuso a partir de ese día.

“Bueno, final feliz para todos. Ahora cuéntanos, ¿a qué viene esta historia?”.

Si la cáscara del huevo no se rompe, el polluelo morirá sin haber nacido.

“¿Esa es tu respuesta? ¿Solo eso?”.


No creo que se necesiten palabras para describirlo realmente. Solo hay que salir y verlo con tus propios ojos. No dejes que los demás lo vean por ti.