jueves, 22 de septiembre de 2016

Cambiando mi yo: ¿Cómo ser un cabronazo?


Como sabéis los que leísteis la última entrada (y los que no lo hicisteis, ahora os dejo el enlace para que lo hagáis, me espero… ¿Ya? Pues sigo), estoy intentando cambiar mi forma de ser. Habitualmente soy una persona a la que le gusta hacer reír a los demás, que intenta ayudar a quien lo necesita, y desprecia la gente malvada y aprovechada. No obstante, creo que de todo el mundo se puede aprender algo, y esta última semana me la he pasado encerrado en la biblioteca aprendiendo a ser un cabrón desconsiderado. Hay quien estudia una cura contra el cáncer, yo prefiero estudiar cómo ser un cabronazo. Cosas de la vida.

El caso es que hay muchos tutoriales en internet de cómo ser un cabronazo, y hoy os voy a dar una serie de apuntes por si algún día os apetece pasaros al lado oscuro. Tampoco se está tan mal, de hecho, mola más la Estrella de la Muerte que esos planetitas de mierda de la república.

El primer manual que he consultado nos dice que no seamos agradables (saludar y tal), que no respetemos las normas (soy mucho de hacer los STOP como si fuesen cedas), que no seamos educados (a veces no doy las gracias, soy un malote), robar (bueno, una vez me corté abriendo una ampolla de Nolotil en el trabajo y me puse una tirita de ahí, ¿eso cuenta?), miente (yo siempre he sido mucho de mentir, cuando pincho soy de los que dice “tranquilo, si es un momento”), trepar (no se me dan bien las alturas, tendré que trabajar eso), atesora secretos ajenos (eso sí, soy mucho de atesorar secretos), y si tienes pareja, ignórala (hecho, a ver, no tengo, pero si la tuviese me esforzaría en ignorarla solo por seguir el tutorial).

Como veis, voy dando pasos de gigante en mi carrera por ser un cabronazo. Veamos el siguiente tutorial, esta vez sacado de Taringa (fiable por definición).

Hay un párrafo que copiaré textualmente porque me parece genial:
“Batman puede ser un claro ejemplo del hijo de puta anti-héroe, vaya, el recónditamente busca la venganza, y de pasada hace el bien, pero con métodos o técnicas que no son tan heroicas, es decir, un hijo de puta puede ser un anti-héroe porque persigue un fin “loable” pero, para llegar a él, no le importa patear traseros, romper mandíbulas o dejar estériles de un patadón en los huevos a cualquier villano, y eso es ser un hijo de puta, porque la verdadera función de un Héroe es precisamente llevar ante la justicia a los malos con el menor daño posible”.

Me gusta ese tipo de cabrón hijo de puta. Pero sigamos con el artículo de Taringa, que nos sitúa históricamente en el origen de los cabrones hijos de puta:

“En los casos antiguos que antes mencionaba, pues solo se remite al simple abuso: cuando a un cavernícola buena onda le quitaban su pedazo de mamut, que con tanto esfuerzo cazó, pues si es cagante y por ende lo convertiría en un verdadero hijo de puta sediento de venganza, y para acabarla de chingar hambriento”.

Interesante cuanto menos. Pasemos a otro tutorial, esta vezde “wikihow”, portal conocido por explicar cómo hacer cosas (en general).

Nos cuentan tres advertencias al final:
“Si realmente no te gusta la idea de ofender potencialmente o ganarte posibles enemigos, este artículo probablemente no sea para ti.
Probar estas técnicas podría, aun así, meterte en un problema o llevarte a una riña, así que sé cuidadoso con la elección de tus palabras y tus acciones con las personas específicas. Usa tu mejor sentido de juicio en cuanto a la probabilidad de trabajar sin llegar a situaciones muy problemáticas.
Al seguir estos pasos es muy poco probable que tu popularidad mejore. A la gente no le gusta los que tienen el hábito de ser malos e intimidantes”.


No sé yo si es muy buena idea seguir tutoriales de internet para cambiar la forma de ser. Tendré que seguir investigando… 

PD: Al final me lo he pensado mejor y seguiré siendo el mismo de siempre, confiaré en los demás, aunque haya quien se pueda aprovechar o quien me pueda apuñalar por la espalda a la mínima. De pequeño nunca quise ser ni veterinario, ni bombero, ni nada de eso. Me conformo con seguir intentando ser buena persona, y si para ello he de caer en las fauces de la vileza humana, pues nada, a caer y a volverse a levantar. Con 23 años no me debería preocupar equivocarme. Eso sí, intentaré esclarecer el límite entre la bondad y la imbecilidad.