domingo, 9 de septiembre de 2018

Se han cargado la sanidad



Toma título alarmista para empezar una entrada sobre algo que incumbe a todos como es la sanidad pública. Corran, corran, sálvese quien pueda. No quedará títere con cabeza.

La sanidad pública es un bien universal, aunque como bien de consumo, no es del todo público, en todo caso es un bien común. La diferencia está en que, si yo gozo de un servicio, de unos profesionales, de una maquinaria o de una habitación de hospital, esos bienes no podrán ser usados por otra persona en ese momento y lugar. Lo que debería ser para todos al final se convierte en un bien para aquellos que reúnen un tipo de características. En el caso de la sanidad, estas características vienen dadas por la necesidad del propio paciente en tanto que, si usted necesita ser atendido, será atendido en la brevedad que determine un cribaje previo que identifique la gravedad de su situación blablablá.


La cuestión es que en las últimas semanas hemos visto noticias de colectivos sanitarios catalanes que se quejaban del bajo sueldo que cobramos en general en la sanidad pública (entre los que me incluyo como profesional). Después de una época de crisis económica en la que se ha recortado todo menos el sueldo de los políticos (porque claro, son políticos y cómo les vas a recortar nada, si el futuro de la humanidad depende de ellos a por ellos Superman), resulta ser que la sanidad no ha recuperado aún, ni los recursos económicos que se le destinaba antes de la crisis, ni tampoco el personal que necesitaba y necesita, ni tampoco las condiciones laborales de estos. Somos trabajadores en cuyas manos está la vida de las personas, pero que cobramos una miseria que, teniendo en cuenta el ritmo de vida actual (alquiler, luz, agua, comida…), difícilmente nos da para vivir. Y esto es totalmente real y no estoy exagerando en absoluto.

En el lugar de trabajo donde ejerzo como profesional sanitario se ha convertido en tópico el hablar del salario y lo caro que está el alquiler. Somos muchos jóvenes que no tenemos ni para independizarnos de casa y se nos obliga a seguirnos formando de forma constante, con la dificultad que esto conlleva en un trabajo a jornada completa, lo cual dificulta aún más el vivir con un salario digno. Además, en la sanidad pública las posibilidades de acceder a un contrato indefinido son ínfimas, y dependiendo del lugar, para pedir acondicionar el horario laboral y poder estudiar un máster que pueda darte un pequeño empujón en la bolsa de trabajo, has de pedir un contrato a media jornada, y eso implica casi la mitad del sueldo al que podrías acceder.

En definitiva, la vida del profesional sanitario es terriblemente sacrificada. Me parece lo más normal del mundo que algunos colectivos sanitarios se quejen, y de hecho, me sorprende que sean tan pocos y que obtengan tan poca repercusión en los medios. Pareciera que pecamos de buenismo por el hecho de dedicarnos a cuidar de personas cuando en realidad, por ese mismo hecho, se debería dar más importancia a nuestras reclamaciones.


¿Y sabéis lo peor de todo esto? Existen profesionales sanitarios de más alto nivel que quizás no gozan de tantos estudios o formación como las nuevas generaciones que estamos subiendo, y que tienen un sueldo diez veces superior al nuestro (sin fliparnos en absoluto).

Para acabar, recalcaré un par de puntos. Primero, la calidad de la sanidad pública se mantiene pese a ser un bien común con recursos limitados y malas condiciones laborales para su personal, por el simple hecho que se nos exprime para dar buenos resultados, tener conocimientos y ser eficientes, es decir, la sanidad pública se mantiene gracias al personal. Un personal que, o cambia la situación, o empezará a buscarse las habichuelas en otros lugares de la península donde el salario no sea tan esmirriado y el precio de la vida sea inferior.

Y segundo, no señalo a culpable alguno, cada cual que piense lo que quiera. Esta es la realidad que vivimos los que nos dedicamos a cuidaros cuando vuestra salud os impide hacerlo vosotros mismos.