Ahora mismo que estoy escribiendo esto son las 10 de la
noche y lo que me pide el cuerpo es estirarme en la cama a dormir. Me he pasado
todo el día haciendo cosas que debía hacer y por las cuales sé ciertamente que
vale la pena luchar. He dado todo lo que he podido para lograrlo, y para
lograrlo todo, y no solo gastar todo el esfuerzo en algo para abandonar otras
cosas que a mi entender valen la pena también.
“Bueno, va, cuéntame algo que me interese”.
Todos hemos tenido la sensación de haber tenido un día muy
largo y hemos percibido la necesidad del cuerpo de descansar. Pero al
estirarnos en la cama en ocasiones acabamos leyendo o mirando el móvil cuando
podríamos estar haciendo otras cosas para mejorar nuestro día a día. Os propongo algo (sin erótico resultado).
Pensad cada noche que os tumbéis a dormir, si lo que habéis
hecho ese día ha valido la pena. Pensad si repetiríais todos y cada uno de los
gestos, frases y acciones, si tomaríais las mismas decisiones y si cargaríais con el
peso de las responsabilidades que habéis asumido.
Pensad también en por qué habéis elegido lo que habéis
elegido, y si creéis que quizás había otras opciones. Recordad los momentos que
os han angustiado y si quizás era tan angustiante como en realidad lo habéis
percibido en ese momento.
Luego meditad sobre los objetivos a largo término que tenéis
y si lo que vais a hacer mañana es más de lo mismo. Si mañana va a valer la
pena, o si vais a introducir cambios a partir de lo que habéis aprendido hoy.
Y, por último. Pensad el por qué vale la pena lo que hacéis.
“Ya está idealizando las vidas de la gente el irresponsable
este…”.
Muchas veces cuando indagas en las causas que lleva a la
gente a tomar la decisión de estudiar algo o trabajar de algo, acabas
descubriendo que lo que realmente sueñan, sus ambiciones y sus metas no tienen
nada que ver con lo que hacen en su día a día. Están centrando sus esfuerzos
diarios en hacer algo sin saber por qué lo hacen.
Ojo, no digo que solo se pueda trabajar de lo que has soñado
siempre. No pretendo que ahora la gente que trabaja de reponedora en el
supermercado empiece a dejar sus empleos para iniciar sus carreras de
futbolistas o diseñador de moda. No quisiera que el señor Mercadona o la señora Lidl me viniesen a buscar a casa para culparme de su incapacidad para encontrar mano de obra barata.
En la vida hay que tener muy claros los objetivos por los
cuales nos movemos y debemos tener unas metas bien definidas. Si no, somos como
un barco sin rumbo que simplemente de deja llevar por el viento, es decir,
acabamos trabajando en algo que no nos gusta por un motivo que ya hemos
olvidado.
Una vez hice un taller de autoconocimiento y al margen de
las amistades que saqué de ahí, solo me dejó una cosa muy clara y no era
precisamente lo que enseñaba la persona que lo dirigía.
Aunque te digan que no te conoces, si sabes qué quieres y
por qué lo quieres, ya sabes quien eres.