Hoy vengo con una entrada sobre el amor porque sí, en este
blog también se habla del amor. He hecho en la segunda entrada, recuerdo haber intentado formular una serie de frases para ligar parafraseando a Mao Zedong.
Como ya comenté en la anterior entrada, yo por cosas de la
vida, realicé un año sabático en el cual pude reflexionar sobre diversas
cuestiones relacionadas con la sociedad y el rol que jugamos las personas en
ella. Anteriormente he hablado de mi teoría de “El Banco de Peces”, y hoy os
traigo amor.
“Bueno, yo como lector crítico que soy he de decir que tú dando lecciones de amor, suena raro”.
Todo empieza con un sueño que tuve en el cual una chica me
decía una frase muy interesante. Es decir, no me la decía nadie. Era mi
subconsciente que se inventó todo. No sé por qué, siempre suelo soñar y
francamente, mis sueños suelen ser ciertamente reales, así que parecen películas.
De hecho, muchos de los vídeos que he hecho a lo largo de mi experiencia en
YouTube, están basados en ideas de sueños que he tenido.
Pero volviendo al sueño en cuestión. Esa chica que, de
hecho, nunca llegó a existir, me dijo “el amor no es ciego, el amor te ciega”.
La frase es cuanto menos curiosa porque reformula de algún modo
la idea que siempre hemos tenido pululando en el subconsciente colectivo sobre
la ceguera del amor, que todo el mundo se puede enamorar de todo el mundo y
esas cosas que parecen más bien sacadas de la película “Love Story” pero sin
ese final tan… ¿Cómo decirlo sin hacer spoiler…? Tan curioso.
Aquí hay que hacer previamente dos consideraciones a esta
premisa básica de “el amor es ciego”. Creo, y aquí vierto mi opinión personal,
que para llegarte a enamorar de alguien o algo (y aquí abro un paréntesis para
explicar que una persona también se puede enamorar de su trabajo, de alguna
afición o de su casa, por ejemplo), primero te ha de gustar la persona o cosa.
Es decir, que aquello conocido como “amor a primera vista” no existe. Es una
mera invención para justificar el “por qué” de que algo nos guste en la primera
impresión, y todos sabemos que la primera impresión es muy importante.
Una vez aclarada la diferencia entre “amor” y “gustar”,
queda patente que el amor no puede ser ciego pues en la línea temporal,
previamente a enamorarse, ha de gustarte eso, y sin conocimiento para poder decir "me gusta", no puede saber si quieres estar con esa persona o dedicarte a eso. Por poner un ejemplo, antes de decir "me gustan las patatas chips", has de haber comido patatas chips. De igual modo antes de llegar a decir "me pasaría toda la vida comiendo patatas chips", te han de gustar las patatas chips, porque las has de haber probado. Pero, y aquí viene la parte
importante de la cuestión, ¿qué pasa si lo que te gusta tiene defectos, pero
prefieres sus cosas buenas a sus cosas malas?
Una vez que ya has visto que algo te gusta, y a partir de
ahí has conocido más en profundidad el tema o la persona en cuestión, es cuando
te enamoras. Ahí es cuando el amor te ciega y hace que los defectos de la cosa
o persona pasen a segundo plano. No los dejarás de ver ni percibir, pero preferirás
centrarte solo en sus cosas buenas, a no ser que descubras algo terriblemente
malo, cosa que desequilibrará ligeramente ese pensamiento hasta incluso
romperlo todo y acabar con esa “ceguera parcial”.
Pero con tantos conceptos es realmente fácil liarse. Voy a
poner un ejemplo.
“Sería de agradecer la verdad. Me está costando pillar tus
sueños de nini”.
Ha salido un nuevo modelo de coche y tú lo miras en una
revista de coches, en YouTube o en cualquier web donde ofrezcan sus
prestaciones. Y cuando lo ves, te gusta. Algún analfabeto lo llamaría “amor a
primera vista”. Incluso algún infeliz que no hubiese leído esta entrada de blog
pensaría “vaya, con lo que gasta ese coche, está claro que el amor es ciego”.
Vas al concesionario, y lo pruebas, verificas que te gustaba
y lo compras. A partir de ahí vives tu idilio amoroso con tu coche. Has de
pagar su combustible, lo cual te deja arruinado, pero como estás enamorado del
coche, pues no pasa nada. Hasta renuncias a pagar tus alimentos, el colegio de tus hijos o la hipoteca, por tal de mantener tu amorío. En ocasiones hay que sacrificarse por tal de
disfrutar en pareja (aunque tu pareja tenga más plástico en las ruedas que
Pamela Anderson).
Y ahí reside el problema. ¿En qué momento el perjuicio que
aguantas por amor, acaba siendo superado por tus expectativas previas,
haciéndote una persona infeliz?
Es ahí donde llegamos al principio de la teoría. El amor no
es ciego, el amor te ciega, y en ocasiones tanto que acaba sobrepasando el
lindar de la infelicidad.
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