Hola querido lector o
lectora.
Ya hace un par de
entradas hablé sobre mi participación como representante de estudiantes en la
facultad de Enfermería donde impulsé una normativa de evaluaciones para discapacitados. Algo que no suena en
principio muy apasionante, pero solo apreciable para los paladares más finos. El poder no es la información, ni es la riqueza ni es la suerte o
alguna divinidad.
El poder es poder, y en
muchas ocasiones no somos capaces de apreciar dónde está el poder cuando lo
tenemos.
Es como cuando yo pierdo mis gafas o no sé dónde demonios las he puesto. Revuelvo
toda la casa, recorro todas las habitaciones, y no las encuentro. Y además soy
miope. No encuentro las gafas hasta que pienso en lo que he hecho antes
para llegar a esa situación, y entonces, en un flash de mi lóbulo temporal
recuerdo dónde las puse.
Pues así es el poder,
amigos. No sabemos que lo tenemos hasta que nos damos cuenta de lo que
somos capaces de hacer, miramos atrás, y vemos lo que no éramos capaces de
hacer antes y ahora sí.
“Vale, vale. Creo que ya
ha quedado claro. Tenías poder en la facultad. ¿Y qué? Eso es otra manera de
demostrar que eras un pringado con mucho tiempo libre”.
Gracias amable lector
troll. Sigamos.
Tenía poder, y capacidad
de cambiar cosas, pero los estudiantes siempre somos minoría en las reuniones
de la universidad. Hagamos lo que hagamos, siempre habrá más profesores, y
eso contando una asistencia del 100% de estudiantes, cosa realmente difícil. No
obstante eso no implica necesariamente que no se pueda llevar adelante una
iniciativa.
He conocido mucha gente a
lo largo de estos 4 años de representante, y sé que ser de la minoría e
intentar impulsar algo que sabes que te van a frenar, es muy frustrante. Aun así no es imposible y con esa mentalidad empecé a mover las
piezas del tablero de mi facultad.
Sabía que si solo yo
tiraba adelante la normativa, por mucho que contase con el apoyo de mis
compañeros representantes de estudiantes, no conseguiría nada. Eso me pasó el año pasado ya, y había aprendido la lección. Cuando
alguien tiene poder, cuesta decir que sí a otra persona que no lo tiene. No sé
por qué, pero el ser humano es terco en ese sentido.
Así pues, decidí buscar
apoyo entre profesores. En caso de ser minoría, siempre
debes buscar apoyo de quien sabes es influyente en el resto, y así hice.
Además, eso me ayudó a mejorar el proyecto de normativa que presenté el año
anterior, y a ver otras perspectivas que ciertamente me habían
pasado por alto.
Con todo esto, fuimos a
la reunión. Quien podría tirarlo atrás sabía las cartas que teníamos, pero nosotros
llevábamos los deberes hechos de casa.
“Bueno, ¿y cómo acabó?
¡Me tienes en ascuas!”.
Simple. Si no puedes con
tu enemigo, únete a él. La normativa está aprobada, los estudiantes con
discapacidad o problemas psicopedagógicos contarán con evaluaciones diferentes
al resto, cuyas bases podrán consultar y reclamar siempre que quieran pues
están en la Intranet de la facultad. Así fue como, pese a ser minoría y pese a
no tener ninguna posibilidad de aprobar esa normativa, usando la cabeza y con el
concepto “poder” claro, se puede lograr lo que uno se proponga.
Es fácil frustrarse
cuando no se consigue algo. En momentos como ese solo hay
que mantener la cabeza fría y pensar que sin su Rey, ellos no pueden ni tan
siquiera jugar la partida.
PD: Cuando pienso en ello
me siento muy Frank Underwood sin su psicopatía y sus problemas con la
nicotina.
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