domingo, 30 de agosto de 2015

El éxito, el fracaso y la ambición

Como ya he dicho en otras entradas, he acabado la carrera de enfermería. Una carrera de la que mucha gente subestima su dificultad. Lo cierto es que no es difícil si se te da bien, ergo será difícil si no se te da bien.
En mi caso se me ha dado bien, y no me ha sido difícil (normalmente). Aun así, hoy vengo a hablar (tal y como dice el título) del éxito, el fracaso y la ambición. Tres palabras que están muy relacionadas entre sí.
“Bueno. Relacionadas no. El éxito es lo contrario al fracaso”.
Anda, anda, lector troll. Eso que dices no es cierto para nada. Si llegas al éxito sin fracasar, igual no estabas siendo demasiado ambicioso. Si eres muy ambicioso, para llegar al éxito, deberás fracasar mucho y mucho.
Antes de andar, has de caer muchas veces, de igual manera que antes de aprender a ir en bici, te tienes que caer y hacer las típicas heridas de las rodillas que todos los patosos nos hemos hecho de pequeños. Antes de aprender a nadar, has tenido que tragar litros de agua. Antes que ligar con alguien, has tenido que quedar como un idiota con tantas otras personas.
Así es la vida (con sus matices, obviamente). No se trata de salir y besar el santo. No nacemos sabiendo hacer las cosas (pese a que mucha gente piense que venimos programados para saberlas hacer).
De igual manera que para morir hay que vivir antes, para alcanzar el éxito en algo, hay que fracasar. Esa es la relación que se establece entre el éxito y el fracaso.
“Vale, vale, ya me ha quedado claro. Entonces, ¿cuándo se supone que llega el éxito entre tanto fracaso?”.
No importa el cuándo.
“Pero eso no tiene sentido. Claro que importa el cuándo. La vida no es eterna”.
Querido lector. No importa el cuándo, no importa el donde, ni tan siquiera importa el por qué.Solo importa una cosa. Tu ambición. De ella depende el número de veces que estés dispuesto a fracasar antes de conseguir el éxito.
Si eres ambicioso, tampoco importará el número de veces que fracases. Al final llegará el éxito y con él, la felicidad por lo logrado, con esfuerzo y muchos sacrificios.
Si no eres lo suficientemente ambicioso, lo mejor que puedes hacer es ponerte metas menores. Una meta demasiado lejana solo te creará frustraciones, pues tu ambición no será suficientemente grande como para soportar los fracasos previos a lograr tu éxito. Creo que esto no tiene nada de malo. Si eres capaz de aceptar tus límites, entenderás cuál es tu nivel de ambición, y entonces serás capaz de estableces una meta asequible, la alcanzarás y serás feliz.
Luego estamos los ciegos, entre los que me incluyo. Tenemos demasiada ambición y no somos capaces de ver nuestros límites. Y fracasamos. Y volvemos a fracasar. Y fracasamos, fracasamos, y fracasamos. Y aun volvemos a fracasar. Y así una vez, y otra. Pero estamos ciegos, no vemos la pared que se alza sobre nosotros cuando pegamos cabezazos contra ella buscando ese mágico momento en el que llegar a la meta y ser felices. Hasta que un día la derrumbemos de tantos cabezazos y lleguemos a la meta. Puede que no fuese la manera más ortodoxa, y que lleguemos con heridas, pero llegamos. O eso creemos. 
“Pero, ¿y luego? ¿Qué pasa cuando llegas a la meta y eres feliz?”.
Ahí reside la clave, amigos. La cuestión es que no hay meta. Después de alcanzar el objetivo fijado, hay otro objetivo más allá. En eso consiste la vida. En dar un paso más, en no estancarse, en ser ambicioso y en saber que el fracaso es la clave del éxito. No hay un universo perfecto, sino que la belleza del universo reside en su imperfección. No se es feliz al alcanzar el objetivo, si no al andar hacia él. La verdadera clave de la felicidad es disfrutar de los fracasos.


PD: Cuando empecé la carrera, jamás creí que la acabaría a los cuatro años, pues hice un año sabático antes y eso siempre dicen que te oxida la mente si no la ejercitas. Ahora la acabo, con unas buenas notas, y sin futuro laboral. Creo que me merezco unas buenas vacaciones.

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